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An Urban Century: Loss of Identity in La Plata

Demographic changes across the globe indicate that we are living in an “Urban Century.” It is estimated that by 2020, 60% of the world population will live in cities. According to the latest census, 89% of Argentina’s population lives in urban areas. While it may seem insurmountable to stop the rapid development of cities, their histories do not have to be destroyed in the process.

Real estate development in La Plata is facilitated by the current zoning ordinance, masked as a means for progress. There is a lack of understanding that urban development has the potential to increase quality of life and be a sustainable use of natural resources, while still serving as an agent of economic growth. Development must not be solely regulated or driven by market demands, and the city cannot be planned by focusing on one economic group alone. Working across disciplines is crucial for the health of cities, and helps encourage accessibility, diversity, inclusion and transportation, as well as equal access to services, land and housing. These are the tools that distribute wealth and reinforce a city’s identity.

The market cannot continue to ignore the city’s heritage. The rampant demolition of historic buildings in order to build on newly empty lots is not a rational approach to development. Instead it creates a vicious cycle that is fueled by a lack of environmental awareness, ignorance towards the city’s built heritage, and the desire for profit at any cost. The conservation of individual buildings is not enough; instead, protection should be extended to the broader contexts of historical and cultural features that add value to the city environment and create the greater urban landscape. A greater exchange of ideas is needed, between the city’s citizens and decision makers, to foster a deeper commitment to their culture and environment if they want to live in a sustainable and high-quality city in the years ahead.

La humanidad está viviendo un fenómeno demográfico que convierte a este siglo XXI en un Siglo Urbano: Para 2020 se estima que el 60% de la población mundial vivirá en ciudades. Argentina excedió ese porcentaje: Según el último censo de 2010, el 89% de la población es urbana. Es imposible detener el crecimiento de la ciudad, pero es necesario orientarlo. La historia no puede ser arrasada en este proceso. Es preciso incorporarla porque es la que otorga identidad a la morfología de la ciudad. La gran megalópolis que va desde La Plata a Rosario, reúne cientos de ciudades aglutinadas en su similitud. Entre todas ellas, sobresale La Plata por su origen. Es imprescindible respetarlo; no sólo porque lo exigen todos los códigos que la regularon, sino porque es un modelo urbano que responde a parámetros de calidad.

La actual Ordenanza de Planeamiento Urbano revela un accionar facilitador del negocio inmobiliario, anclado sobre un concepto erróneo de progreso. Manifiesta una gran dificultad para comprender que el desarrollo urbano implica, además de crecimiento económico, el logro de beneficios sociales y el uso sustentable de los recursos naturales.

El desarrollo no debe ser regulado o impulsado solamente por el mercado. No se trata de detener el crecimiento, sino de producirlo de otro modo. La ciudad no puede ser planificada por grupos económicos concentrados, es necesario convocar a sectores sociales que opinen acerca de sus requerimientos barriales. Es imprescindible el trabajo interdisciplinario de laboratorios de investigación urbana y equipos de urbanistas convencidos de que la planificación territorial tiene por objetivos el acceso a la movilidad, a la accesibilidad, a la diversidad, a la inclusión, al transporte, a los servicios, al suelo, a la vivienda. Todas son herramientas de Planificación que distribuyen riqueza y afianzan identidad.

El patrimonio cultural urbano debe ser considerado como un componente activo en el desafío de planificar ciudades sustentables. Es necesario generar nuevas opciones para la defensa del patrimonio. La industria de la construcción absorbe el 50% de todos los recursos mundiales, lo que la convierte en la actividad menos sustentable del planeta. Demanda recursos naturales no renovables. Intervenir el patrimonio permite apropiarse de espacios nobles y amplios, adaptables a cualquier propuesta creativa que lo dignifique, generando recursos económicos.

El mercado no puede seguir negando al Patrimonio, es irracional demolerlo para volver a construir en su lote arrasado. Es un círculo vicioso estimulado por la falta de conciencia ambiental, por la ignorancia de desconocer el verdadero espíritu preservacionista y por el enriquecimiento urgente. Ya no puede protegerse un único bien arquitectónico aislado, sino que se debe ampliar esa protección a contextos más amplios cuyas características históricas y culturales agreguen valor ambiental a la ciudad, evolucionando hacia un paisaje urbano. Es necesario un profundo compromiso social junto a una militancia ecológica para construir una ciudad con calidad urbana digna.